Página:Sainte-Beuve retratos de mujeres.djvu/478

Esta página no ha sido corregida

484 CHRISTEL

de la música militar en el laberinto cubierto de. césped de un jardín, ya no existían, sino como un preludio, como un cuadro movido por el que ella esperaba sin darse cuenta, y que no venía. Christel cogió las tres cartas y las puso aparte en un rincón del despacho para que no se manchasen con las otras. ¡Qué saludo vehemente, qué lla- mamiento renetido, qué lindo canto de abril debían guar- dar para aquel que las leyere! Apenas acababa de depo- sitarlas, entró un hombre joven, y descubriéndose respe- tuosamente detrás de la verja, preguntó si no había cartas al nombre que pronunció. Christel, en el momento en que se abrió la puerta abandonó su sitio, y se lanzó hacia el visitante como hacía con todos (temiendo la pobre niña no ser bastante servicial). Ante la pregunta, respondió sí sin haber tenido necesidad de mirar en el despacho, y al darse cuenta de la rápida respuesta entregó las cartas enroje- ciendo.

El conde Hervé estaba mi.y ocupado con lo que recibía para darse cuenta de nada. Salió saludando y cuando pasó por delante de la ventana Christel vió que ya había roto uno de los lacres, y que comenzaba a leer ávidamente lo que parecía con tanta urgencia esperarle.

Otras cartas vinieron en los días siguientes y el conde volvió educado, silencioso, embebecido en lo que recibía. Un singular interés se despertó -en Christel, pues sin duda era un joven que amaba y que era amado. El conde Hervé no tenía veinticinco años, era guapo, buen mozo, había servido algún tiempo en la guardia de honor y después en los mosqueteros, creo que en 1814, Desde hacía varios me- ses había abondonado el servicio, París y la sociedad, para vivir en una finca de su padre a una legua de allí. Perte- necía a una de las más antiguas y nobles familias del país. Christel no supo estos detalles sino sucesivamente y sin hacer nada por averiguarlos; pero aunque su madre y ella no recibían a nadie, los simples diálogos de las vecinas siempre atentas cuando el joven llegaba a galope hasta