CHRISTEL
Durante el invierno de 1819, hacia el final de febrero, una madre y una hija llegaron a una pequeña aldea del Perche para establecerse en un despacho de Correos que graves quejas contra el predecesor habían dejado vacante. Llegaron por la noche, y desde el día siguiente ocupaban, en la calle que continúa la plaza, la misma casita en donde había estado establecido el despacho. El alquiler de esta casa les había sido cedido, y la pieza del piso bajo se con- virtió en su residencia habitual.
Después de algunos pequeños cambios que hicieron eje- cutar, la distribución del despacho era la siguiente: la ha- bitación con dos ventanas no tenía entrada por la calle, la puerta exterior era la de la antigua avenida, cuyo muro, por el lado del cuarto, había sido abierto y en cuya aber- tura colocaron una verja de madera por donde tomaban y daban las cartas. A continuación de esta verja, una puerta enverjada también daba acceso al despacho.
Las dos personas que ocupaban esta humilde y gravosa posición, y que pasaban los largos días sin murmullos en estas ventanas, eran personas poco acostumbradas a ello por su vida anterior. La baronesa de M..., viuda de un jefe de escuadrón muerto en 1815 de penas y de fatiga después del desastre de los Cien Días, era alemana de naci-
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