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RETRATOS DE MUJERES 49

apresto literario, con el sencillo objeto de un pasatiempo íntimo. Un día, sin embargo, el autor, cediendo a un impulso de confianza, que le hizo dejar franco su refugio ideal, propuso a un amigo la lectura de sus escritos delante de un número reducido de personas. Este ofrecimiento no fué muy apreciado, pues aun cuando se le creía un ingenio muy agradable, se ignoraba que fuese un escritor. Adela de Sénange no tuvo editores; pero también a Pablo y Virginia, como sabemos, le costó trabajo encontrar uno. La Revolución recorriendo rápidamente sus fases, Mada- ma de Flahaut abandonó París, y luego Francia, el 2 de septiembre, y M. de Flahaut fué prisionero y luego vícti- ma. A fuerza de oro y de diamantes prodigados por la familia y sus amigos a uno de sus carceleros, logró eva- dirse y vivía en un escondrijo seguro. Mas alguien le dijo que su abogado había sido preso como sospechoso de darle asilo, y M. de Flahaut, para salvar al inocente, abandonó su escondite a las seis de la mañana y se pre- sentó en la Comuna denunciándose. Pocos días después fué guillotinado. Muerto Robespierre, Madama de Flahaut se marchó a Inglaterra con su hijo, y luego fué a Suiza, esperando poder entrar en Francia; pero los obstáculos no habían desaparecido. Rodando siempre alrededor de esta Francia prohibida para ella, permaneció algún tiem- po en Hamburgo, y en esta ciudad conoció a M. de Souza, con quien se casó en 1802. En este intervalo, publicó Emilia y Alfonso, en 1799, Carlos y María, en 1001. Carlos y María es una bonita y emocionante novela un poco del gusto de Miss Burney. El paisaje de los parques elegantes, las costumbres, las ridículas ladies cazadoras o sabias, la languidez sentimental y pura de los amantes componen un cuadro acabado que denota cómo la estancia en Inglaterra ha inspirado a su autor. Un crítico de mucho

Morris que llegó a París en febrero de 1789 y que muy pronto le fué presentado, (Ver el tomo I de la edición francesa, págs. 236, 241, 257, 269, sin olvidar la 250.)