Página:Sainte-Beuve retratos de mujeres.djvu/447

Esta página no ha sido corregida

RETRATOS DE MUJERES 453

sensaciones, daríamos a quien nos observase un triste es- pectáculo. La etiqueta echa un velo uniforme sobre todo esto, y es una especie de medida positiva que da a los tonos discordantes las apariencias de la armonía”.

Hay en esta corte una condesa de Lemos, mujer de ta- lento, que se atreve a presentarse tal como es, preocupán- dose poco de lo que de ella piensen: “La actitud indepen- diente que sabe conservar, dice el autor, me hace imaginar

algunas veces que, en esta misma corte, en la que apenas se habla. no sería difícil creer que es permitido decir todo con tal de permitir que lo piensen todo”. En efecto, con gran facilidad se piensan muchas cosas. Don Alfonso ha tenido la dicha de salvar la vida a la reina en una cacería. La soberana le ha demostrado su agradecimiento con vehe- mencia, que sale de los límites de la etiqueta y he aquí que se le supone enamorado v favorecido. A la volítica del ministro le interesa que se crea esto v que Alfonso se preste a ello. El sutil arte con que el hábil patrón intenta inocularle la idea, la esvecie de nesligencia con que le dice cómo por casualidad el rumor que circula. el primer impulso de protesta y de indignación de Alfonso, quien luego poco a poco se somete, todos estos puntos están to- cados sabiamente. Se adivina, mor michas escenas, que Monsieur Talleyrand ha servido de modelo v la pintura pa- rece en general suavizada, más bien que disfrazada, por la amistad. Esta figura impasible, demasiado hábil para trai- cionar su propio triunfo, ese tono medio buriín y medio benevolente que le es muy característico, esa suavidad que puede ser una maña más, son rasgos que no se parecen más que a los de M. Tallevrand. El autor está muy lejos de negarle al ministro español toda cualidad afectuosa. “Nos engañamos con frecuencia en nuestros juicios cuando Pbensamos que un hombre es por completo lo que parece. La naturaleza no tiene esta unidad, y porque la vida de la corte y la práctica de sus intrigas hayan desvir- tuado las facultades sensibles de tal personaje, no se puede