448 MADAMA DE RÉMUSAT
el estilo, la expresión continente y celosa, se adquieren y se conservan de otra manera. M. de Buffon lo sabía bien, demasiado bien, y fuera de su torre de Montbard, no los prodigaba.
Tornemos a nuestro asunto. Madama de Rémusat había tenido siempre afición a la literatura. Había escrito desde muy temprano con facilidad, con agrado, y han sido en- contradas algunas pequeñas composiciones, cuentos e in- tentos de traducción de algunas odas de Horacio, de cuan- do tenía quince o dieciséis años. Durante mucho tiempo, durante cada noche, escribía en un papel sus impresiones del día. Toda su vida ha escrito muchas cartas y largas, de las que la mayor parte han sido conservadas y podrían recogerse. Pero yo hablaré un poco de sus novelas. Ha compuesto varias y yo he leido dos. Una que se titula Cartos y Clara, o La Flauta, es de 1814, Su asunto es singular y gracioso: En cicrta ciudad de Alemania, dos emigrados franceses, un mozo y una muchacha, vecinos el uno del otro, se aman sin haberse visto nunca. El muchacho está enfermo; pero, sin embargo, por la noche toca la flauta. La muchacha, que vive en un convento de al lado, cuidando a su abuela enferma, le escribe un día sabiendo que era francés, para rogarle que no toque en ciertas horas porque molesta a su abuela, pero sí en otras, porque eso le serviría de distracción a la enferma y a ella misma. Ahí empieza ese cambio de cortos y diversos incidentes naturales que retardan el encuentro. Nace un amor tal como podemos suponerlo entre dos jóvenes muy jóvenes, muy puros y muy desgraciados. La joven criada María, que sirve de mensajera entre ambos, contesta a algunas preguntas que le hace el muchacho acerca de su amada, y esto poco sirve para fijarla en su imaginación. La mucha- cha se dice que enseñará las cartas a su padre cuando llegue, a quien esperan de un día a otro. Esta idea la tranquiliza y continúan escribiéndose. La flauta y sus