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RETRATOS DE MUJERES 445

cuaderno de recuerdos, en uno de esos álbumes entonces más raros que hoy y más íntimos, en los que se leen los nombres de los amigos, y en donde buscamos de cada uno de ellos con curiosidad y tristeza algunos detalles parti- culares y lejanos, encuentro con fortuna, y la copio, una página luminosa firmada por Chateaubriand. Nada de lo que sale de ciertas plumas podría escapar ni desaparecer. Monsieur de Chateaubriand tiene grandeza hasta en la gracia, y me figuro que Homero hubiese sido Homero hasta en las proporciones de la Antología. He aquí el espléndido fragmento.

“La Gloria, el Amor y la Amistad bajaron un día del Olimpo para visitar los pueblos de la tierra. Las tres divi- nidades decidieron escribir la historia de sus viajes, y el nombre de los hombres que les diesen hospitalidad. La Gloria tomó para cumplir sus propósitos un pedazo de mármol, el Amor unas tablas de cera, y la Amistad un libro blanco. Los tres viajeros recorrieron el mundo y se presentaron una tarde en mi puerta. Yo me apresuré a recibirlos con el respeto que es debido a los dioses. Al día siguiente cuando se marcharon, la Gloria no pudo gra- bar mi nombre en el mármol, el Amer, después de haberlo escrito en sus tablas lo borró riendo, y sólo la amistad me prometió conservarlo en su libro.

De CHATEAUBRIAND. — 1813.” *

1 Cuando publiqué por primera vez esta página, M de Chateaubriand se disgustó viéndose sorprendido en estrecha amistad cun una persona de esa sociedad imperial o doctrinaria con la que se había enfriado y por la que sentía antipatía, Dijo a Madama de Récamier que nunca había escrito nada en el álbum de Madama de Rémusat, y que el fragmento no era de él. Madama de Récamier me lo dijo, pues la verdad para esta encantadora mujer no era siho la que querían sus amigos. No había que hacer otra cosa, ante la declaración de M. de Chateaubriand, sino decir que el fragmento estaba escrito y firmado por su mano. Los elogios que yo le añadí y el gran nombre de Homero que intercalé por precaución no habían podido conjurar un acceso de mal humor. Nadie sabe todos los trabajos y las mañas de que tenemos que valernos los críticos cuando tenemos que tratar de delicados puntos de la historia lWteraria contemn- poránea de los cuales debemos estar informados y que mo queremos escribir dictados por nadie, Gracias a Dios mo he tenido nada que gober- nar en este mundo, pero me basta con el amor propio de los autores y ya es bastante.