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RETRATOS DE MUJERES 441

contestaban sino con monosílabos, en tanto que ella si te- nía algún pensamiento se permitía decirlo. Las primeras veces esto causó grandes comentarios y risas, y debió ha- cérselo perdonar por el silencio de los días siguientes. Pero lo que hacía mejor que contestar, era comprender, escuchar y deducir cuando Bonaparte reflexionaba en alta voz. El era muy sensible a este género de inteligencia y no sabía que la mujer lo posee en un grado infinito. ¿Era esto lo que le extrañaba? M. de Lamennais, en un reciente escrito, del que se sacarían seguramente pensamientos más graciosos, ha dicho: “Nunca he encontrado una mujer capaz de seguir un razonamiento durante un cuarto de hora”. Esto es muy duro y denota el rencor. Bonaparte no era precisamente galante y se mostraba muy severo para con el talento de las mujeres; pero nunca habría dicho cosa semejante, pues sólo hubiese tenido que acor- darse de Madama de Rémusat.

Diversas razones y circunstancias interrumpieron en seguida .estos débuts comunicativos, pusieron fin a las conversaciones del héroe con la mujer espiritual. Primero fué la prudencia que le indicó la poca seguridad del lugar, y luego la etiqueta soberana del Imperio que puso el nivel. Sin duda Madama de Rémusat era un talento muy reflexivo y diligente para escuchar conversaciones políticas sin hacer deducciones, y el emperador pudo darse cuenta de ello y desconfiarle. Unida por afecto y por posición a la emperatriz Josefina, comprendió que su único papel era seguir su destino. Desd*+ muy tempra- no su salud estuvo alterada y esto impidió un servicio muy activo, aun cuando fué simplificado en el retiro de Malmaison. M. de Rémusat continuaba cumpliendo el suyo con exactitud y conciencia. La situación bastante alta que había obtenido desde el primer día no llegó nunca hasta el favor. Después del divorcio hubo un enfriamiento definitivo, y su amistad con M: de Talleyrand, durante los últimos años del Imperio, extendió sobre ellos como una sombra de la misma desgracia.