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RETRATOS DE MUJERES 433

de los desastres a salvar el porvenir de su joven familia.

La cuna de Madama de Rémusat está bien dibujada, y estas circunstancias primeras y decisivas que rodearon su infancia son los gérmenes de sus grandes cualidades. El ambiente social en que nació, como el en que se formó su hermana mayor la señorita Paulina de Meulan, se pue- de decir (y me apoyo en palabras ciertas) que “era el de esas familias de altos funcionarios y de buena sociedad, que sin formar parte precisamente de la sociedad aris- tocrática, ni tampoco de la sociedad filosófica, tenían muchos puntos de contacto con el movimiento del siglo aunque con moderación, casi lo mismo que como en jus- ticia B. de Vergennes, que contribuyó a la Revolución de América, fué colega de Turgot y de M. Nécker y preparó la Revolución francesa, sin ser filósofo ni in- novador”.

Protegida y abrigada hasta salir de estas terribles des- gracias bajo el ala de su excelente madre, la joven Clary, en un lejano retiro campestre, prolongaba cerca de su hermana menor* una infancia apacible, unida, estudiosa, no cesando de amasar cada día el fondo de su alma sana, sólida y sensible. Tal la creó la naturaleza y tal la hizo una educación lenta y continua. Su fisonomía y la forma de sus rasgos acusaban un poco este interior grave, pero sus gustos, no debemos exagerar, no eran nunca impro- pios de su edad. Su rostro regular estaba animado, sobre todo, por la expresión de sus bellos ojos negros. El resto, sin causar asombro, ganaba siendo observado, y toda su persona parecía mejor a medida que se la miraba más. Desde muy joven conservó su sencillez en sus vestidos, que podríamos llamar negligencia decente.

Casada a los diez y seis, y por afecto con M. Rémusat, antiguo magistrado, encontró en este esposo que le do- blaba la edad, un guía instruído, un amigo seguro, y entre su madre, su hermana y él, continuó su vida retirada, de

1 Hoy la condesa de Nansouty.