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432 MADAMA DE RÉMUSAT

vigné hasta Madama de Motteville, Madama de Rémusat ocupa su puesto. Lo tendrá más preeminente el día en que las memorias que dejó sobre el Imperio puedan ser publicadas. Entretanto, podemos reivindicar aquí al autor de un excelente Ensayo sobre la Educación de la mujer. Pero nuestras miradas no se limitarán al libro, pues la persona nos atrae mucho más. Nuestro gran placer con- sistirá en llevar, tanto a los lectores que se acuerden de ella, como a los que no la conozcan nada, a la intimidad de su noble espíritu que una confianza amigable nos ha permitido descubrir. Hablar de ella dignamente y con todos los matices correspondería a otra pluma tan deli- cada como seria, si el pudor filial no fuera una de sus primeras delicadezas.

Clara Elisabeth Gravier de Vergennes nació en París en 1780. Era biznieta del ministro de Luis XVI. Su padre había sido intendente en Auch, y ocupaba en París, cuan- do la Revolución, un puesto muy importante, algo como una dirección general. Formó parte el 89, de la adminis- tración de la commune en París-y pereció en el patíbulo en el 94. Su viuda (señorita de Bastard), que ejerció una gran influencia en la educación de sus hijas, era una mu- jer de grandes méritos, de talento original, alegre y sen- sata. Templada por la experiencia de su siglo, parecía estar dotada de esa superioridad de carácter que tomando a la vida tal como es, sabe presentarla a los demás tal como debiera ser. Madama de Vergennes educó severamen- te a sus dos hijas, anticipándose a las condiciones de la nueva sociedad que preveía. La ruina económica repen- tina que tuvieron a la muerte de su tío el ministro (1787) había sido para ella la primera lección que no le causó asombro, pues desde muy temprano había leído a La Bruyére. La Revolución la encontró desconfiada, y que- ría abandonar a Francia antes de los acontecimientos fu- nestos, pero su marido no consintió en ello. Entonces se dispuso a ser fuerte ante las desgracias, y al día siguiente