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422 MADAMA DE CHARRIERE

creer que la infidelidad de los impresores le preocupaba menos que la suya. “He aquí la suerte que amenaza a las mujeres autoras; se creen que los afectos ocupan en ellas un lugar secundario”. Un moralista profundo y mujer fué quien dijo esto.

Madama de Charriére conoció a Madama de Staél y se escribieron. Me han hablado de una controversia entre ellas, precisamente, sobre esos puntos de litigio que se encuentran discutidos en las cartas de Delfina y sobre los que vamos a ver la opinión de Madama de Charriére; debía de parecerse más por el tono a otra Madama de Staél (señorita de Launay).

En todas las cosas iba al fondo y al hecho con un inge- nio libre, con mucho menos talento, como se oye decir vulgarmente, pero con menos énfasis y declamación que es costumbre ahora. Se puede juzgar por la pequeña no- vela Tres mujeres, muy n>table filosóficamente, y sola en que, por estas razones, tenemos todavía que insistir. La señorita Paulina de Meulán, que estaba muy bien informa- da acerca de las diversas obras de Madama de Charriére, y con quien tenía tantas cualidades comunes, no titubeaba en hablar con elogio de Tres mujeres en Le Publiciste del 2 de abril de 1809. Después de una discusión seria y por medio de una interpretación motivada, acaba diciendo que “pensando un poco se encontrará que esta última producción del autor de Calixta es una de las obras más morales así como también una de las más originales e interesantes que hayan aparecido durante estos últimos tiempos”. No nos atrevemos a ser más descontentadizos en moral que lo ha sido Madama Guizot.

(Estamos en casa de la joven baronesa de Berghem, hacia 1794 ó 1795). “—¿Para quién escribir ahora? decía el abate de La Tour. — Para mí, decía la baronesa. — No se piensa más que en la política, continuó el abate. — Ten- go a la política horror —replicó la baronesa—, y los ma- les que la guerra causa en mi país hacen preciosas mis