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412 MADAMA DE CHARRIERE

“En el momento en que nos acercábamos a Madama de La Prise para despedirnos, su hija entró de nuevo. Venía más serena. Deberías rogar a estos señores que juesen discretos —le dijo su madre—. ¿Qué pensará de ti la gente si supiese tus propósitos? — Querida mamá —dijo su hija—, si continuamos hablando de esto no lo podré olvidar en mucho tiempo.

“Salimos juntos. Caminamos algún tiempo sin hablar. Luego el conde me dijo: —¡Sií yo fuese más rico!... Pero esto es casi imposible. Es preciso no pensar más en ello y trataré de no pensar un solo instante. ¿Pero usted?... añadió cogiéndome una mano. Yo se la apreté y nos se- paramos”.

Si Diderot hubiese conocido estas páginas ¿qué habría dicho? Habría corrido con ellas en la mano a casa de Se- daine. Lo admirable es cue en todo ello no hay ni sombra de misterio, que en nada vemos al autor, y que ese deli- cioso Terburg se nos presentó sin necesidad de pinceles.

Llegamos al punto delicado, para el que hubieran hecho falta a Madama de Charriére cualidades superiores a las de un talento sencillo, una vena franca y como ha dicho muy bien el crítico de entonces, una especie de espíritu valeroso *. La pobre modista Juliana, que hemos olvidado un poco, Meyer la ha olvidado también; pero no'tan pron- to para no ocuparse más de ella, El no le ha tendido un lazo sino que ella vino por su propio impulso inocente, pero no volvió igual. Juliana va a ser madre. ¿Qué hacer? Un día trabajando en casa de la señorita de La Prise, gue ha tenido muchas bondades con ella y que viéndola triste, pálida y temblorosa la cerca con preguntas afectuo-

1 En el Nuevo Diario de Literatura, Lausana, 15 de junio de 1784, el ministro Chaillet defendió a los Centas Nevchatelesas contra eus compa- triotas en un artículo admirable y nada tonto, lo aseguro. Decía: “No es más que una bagatela, pero una baeatela pay henita, En ella hay farili- dad, rapidez de estilo, cosas que componen el cuadro, observaciones justas, ldeas que quedan, una afortunada mezcla de fragilidad y de honradez en los personajes, una especle de espíritu waleroso y sostengo que un alma vulgar no se podría haber inventado...