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RETRATOS DE MUJERES 407

nos jóvenes a la moda, dos condes alemanes recién llega- dos (el conde Max y su hermano), pero en la segunda adivinamos a Meyer:

“Los conciertos han comenzado —escribe—, he canta-- do en el primero y creo que se burlaron de mí por el azoramiento que sentí no sé por qué, pues la causa fué un conjunto de cosas pequeñas que no sabría explicarte. Cada una de ellas es una nada, o no debe parecer nada aun cuando fuese algo.”

Pero he aquí que se dibuja mejor y se aclara el mis- terio:

“Me parece que tengo algo que decirte, y cuando voy a empezar no veo nada que valga la pena de ser dicho. Todos estos días me disponía a escribirte, y he tenido la pluma en la mano mucho tiempo sin trazar una sola lí- nea. Todos los hechos son tan pequeños que el relato sería aburrido aun para mí, y la impresión es a veces tan fuerte que yo no sabría descubrirla, pues además es muy con- fusa. Algunas veces me parece que no me ha ocurrido nada y que no tengo nada que contarte, que nada ha cam- biado para mí y que pasará este invierno como el otro; que hay algunos jóvenes extranjeros en Neuchatel des- conocidos para mí, cuyo nombre apenas sé y con los que no tengo nada de común. En efecto, he ido al concierto, dejé caer mi papel de música, he cantado bastante mal, he bailado con todo el mundo, sobre todo con dos condes alsacianos y dos jóvenes comerciantes; ¿qué “ray en todo esto de extraordinario para que yo pueda contarte una historia detallada? Otras veces me figuro que me han ocu- rrido mil cosas, y que si tú tuvieses paciencia para escu- charme podría escribir una larga historia. Me parece que he cambiado y que todo el mundo también ha cambiado; que tengo otras esperanzas y otros temores; que excepto para ti y para mi padre me he vuelto indiferente para todo aquello que antes me interesaba, y que, en revancha, me intereso en cosas que antes no miraba sino maquinalmen-