406 MADAMA DE CHARRIERE
sas en mi conducta que me disgustaban bastante antes del baile; pero que me disgustan mucho más desde que deseo que ella las ignore. Yo deseo que su recuerdo no me abandone nunca para preservarme de una nueva caí- da. Sería un bonito ángel tutelar, sobre todo si pudiese interesarla.”
La señorita de La Prise es hija única de un gentilhom- bre de los más nobles, nacido en Bourgogne, de una rama recién venida al país con Filiberto de Chalons, pero cuya fortuna está muy decaída, Ha servido en Francia, está casi arruinado y está gotoso. Su mujer, que no tiene el aspec- to de ser la esposa de su marido ni la madre de su hija, es guapa, y a esto sin duda debió su matrimonio, pues es un poco vulgar. El padre adora a su hija, y contiene sus lágrimas cuando la mira, pues los bienes disminuyen, ha sido preciso vender un campo en Val-de-Travers, las viñas de Auvernier apenas producen, y cada día sus piernas se hinchan más. Sus rentas si: terminarán con él, y ¿qué será luego de la adorable niña? Aún no la conocemos sino por Meyer, pero ella va a presentarse. Escribe a su mejor amiga, Eugenia de Ville, quien hace un año que está en Marsella, y se le escapan algunos detalles de su aburri- miento:
“¿Y tú qué haces? ¿Pasarás el invierno en Marsella o en el campo? ¿Piensas en casarte? ¿Has llegado a pasarte bien sin mí? Yo no sé qué hacer de mi corazón. Cuando me ocurre expresar lo que siento, lo que exijo de mí y de los demás, lo que deseo, lo que pienso, nadie me escu- cha y no intereso a nadie. Contigo todo tenía vida y sin ti me parece que todo está muerto. Seguramente los de- más no sienten la misma necesidad que yo, pues si bus- casen un corazón encontrarían el mío.”
Sin embargo, no siempre se queja ni siempre está tan desilusionada como en este momento; pero por la mañana, su madre ha echado una antigua criada que le servía desde hacía diez años, y la pena de la muchacha ha des- bordado. En su primera carta no habla más que de algu-
