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RETRATOS DE MUJERES 395

gorro de lana; pero con botas y pantalones de cuero, con lo que resulta una figura muy risible y encantadora. Su mujer parece mirarle como a un nuevo Adonis. Siempre tiene buen humor, servicial, bastante cómodo y siempre se muestra muy atareado. Ayer nos complació con la vi- sita del barón van H..., gentilhombre muy noble y no menos alegre. El lenguaje y sus vestidos, todo, invitaba a la risa. Yo preguntaba: ¿Qué es el nacimiento? Y des- pués de sus discursos, me respondía yo misma: Es el dere- cho a cazar.”

Me parece que ya comenzamos a conocerla; he aqui a su talento que se dibuja, pero su corazón... Lo sujetó a la razón tanto como pudo, y sintiéndole impetuoso tra- bajó por contenerle. Era medianamente bonita, apenas tenía dote (pues los hijos gozan de toda la fortuna), era muy noble y no podía descender. Comprendió su suerte, y se resignó con un alto desdén oculto bajo la alegría. Madama de Charriére era un alma llena de fortaleza. Poco antes de morir, en 1804, escribía a su amigo particu- lar acerca de una visita importuna e indiscreta que había tenido:

“Si creéis que M. y Madama R... podrían reempla- zaros estáis en un error. Monsieur me ha hecho algunas pesadas preguntas en tanto que M. de Charriére dormía. Después de haberle escuchado con una especie de sor- presa le contesté: “Todo lo, que puedo responderos es que Monsieur de Charriére se pasea mucho en el jardín, lee durante una parte del día y juega todas las noches...” Cuando yo era joven he repetido mil veces subiendo al cas- tillo de Zuylen:

El espiritu sabio y fuerte, En el tremendo fastidio, Desdeña que cualquier otro Su triste suerte lamente.

No he olvidado mi lección para entretener a Madama R... con mis cosas. Apenas puedo decidirme a hablar a un mé-