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394 MADAMA DE CHARRIERE

“Lo que me dices del poder del dote y de la inutilidad de la apariencia, me hace sonreír, como si yo no tuviese interés y como si no tuviese nada de común, con esas se- ñoritas que pierden sus trabajos y su tiempo, sin atraer más que estériles dulzuras. ¡Ay! déjame este placer, esta ligera esperanza como consuelo. ¿Quién sabe? Hay aman- tes menos positivos.”

“:Ay, mi querida madre, no pienses más! Mira más bien a mi prima (que se casaba) con su aspecto, su vesti- do y sus pensamientos, pues te pediré cuentas de todo ello. Me parece que un paquete voluminoso de títulos no me haría envidiar este día, pues me parece que es preciso otra cosa para compensar lo que un compromiso eterno tiene de terrible. Deseo que mi prima sienta esa otra cosa o que no sienta el terror. Querría que estuviese siempre alegre y que no llorase riás que un poco; pero llorará, pues según dicen, esto está en el orden de las cosas esta- blecidas.”

Esto no es nada pero ya tiene el tono. ¡Qué neto y qué bien dicho! De pensamiento firme tanto como de agilidad, reflexiona acerca de los sentimientos humanos y ve las cosas por el lado positivo. Tiene talento y moraliza: “Nos- otras estamos (su tía y ella) maravillosamente hasta aho- ra; juntas hacemos descubrimientos acerca del carácter de los hombres; por ejemplo, hemos descubierto que en este mundo hay mucha vanidad y que casi todo el mundo la tiene. Juzga por esto la sutileza y la novedad de nues- tras observaciones”. Ya se ve en el tono; es una señorita de Launay extraviada hacia Harlem. Cuando se burla del Landdag extraordinario en Nimégue, en donde se delibera acerca de algunos barcos de heno y que ocupan a todas las bestias de la provincia, nos recuerda a Madama de Sé- vigné en los Estados de Bretaña. Hay caricaturas trazadas con una sola frase:

“En el almuerzo, M. de Casembrood (el capellán) lee generalmente la Biblia, en camisa de dormir y con su