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390 MADAMA DE KRUDNER

rechiflas por esto en Le Journal des Débats del 28 de mar- zo de 1817 y una pluma amiga, que no puede ser otra que la de Benjamín Constant la defendió en el Journal de Paris del 30, y recordó al patricio ofensor los mira- mientos que al menos debía a la nieta del mariscal de Munich. Bien pronto, al alejarse sus ecos de Suiza y del valle del Rin, los acentos de Madama de Krudner se per- dieron. La perdemos también de vista en este relato, pues lo que podríamos añadir no resultaría sino una va- riante monótona de todo lo que ha precedido. Publicó algunos pequeños trabajos en alemán, de los cuales se pueden ver los extractos en la Noticia de M. Marmier. Algunos profesores de universidad imprimieron'con todos sus detalles conversaciones sostenidas con ella. En toda “esta última parte de su apostolado no me parece diferir de los numerosos sectarios que surgen cada día en In- glaterra y en los Estados Unidos de América, pues des- apareció la originalidad de sus acciones. Habiendo obte- nido el permiso para ir a San Petersburgo, fué expulsada por haberse declarado en favor de los griegos, y murió en Crimea en donde intentaba fundar una especie de es- tablecimiento penitenciario. ¡Honor y bendiciones a la que supo vivir hasta el final y bajo el escándalo de su celo, como un infatigable mártir de la caridad!

Pero Francia, para no ser ingrata, es la que debe guar- dar el recuerdo de una persona que desde muy temprano volvió los ojos hacia ella, que embelleció su sociedad, adoptó su lengua y honró su literatura, que la amó siempre como María Estuardo la amó, y que traicionando su embriaguez mística, no soñó sino con el deseo de ser una Juana de Arco de la paz, de la unión y de la mise- ricordia ?.

1* JuLIo 1837.

  • En un tono diferente del nuestro pero sin malevolencia y con pleno

conocimiento de causa, un primo de Madama de Krudner, el conde de Allonville, le ha consagrado un capítulo en el tomo VI, pág. 292, Memo- rias secretas.