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RETRATOS DE MUJERES 385

almas, la equivocación de Madama de Krudner no está acaso más que en haber concebido lo bello en las cosas humanas, en un cierto momento decisivo y terrible, en el que en efecto bastase un grande hombre para realizar el ideal. Pero el hombre no vino, y el que concibió su extraordinario papel no es más que un visionario. Nos- otros mismos, cuando soñamos, nos decimos todos los días: “¡Qué habría sido en 1830, con un buen gobierno, con un gran corazón!” Si el noble, el interesante, pero demasia- do frágil Alejandro hubiera sido un Carlomagno verdadero, un monarca a la altura de su fortuna, Madama de Krud- ner estaría justificada; mas ¿habría sido entonces nece- saria? Su más grande ilusión fué creer que tales pensa- mientos se aconsejan y se inspiran a los cerebros en los cuales no germinan.

Después de todo, bajo una forma particular, en su lenguaje bíblico y vago, pero con un sentimiento original y nuevo, Madama de Krudner no ha hecho otra cosa sino entrever en el seno del huracán político, esta liaga de la falta de fe, de la indiferencia y de la miseria mo- derna que con más o menos autoridad, genio, ilusión y ventura, han sondeado, suavizado, deplorado y atormen- tado todos los sentidos diversos que tienden al mismo fin de la regeneración social: Saint Martin, de Maistre, Saint- Simón, Ballanche, Fourier y Lamennais.

Fuera de la política, la influencia de Madama de Krud- ner en 1815 en París, su acción puramente roligiosa fué muy pasajera, pero muy viva y vehemente, aun en aque- llos en los que no duraba mucho. Todos los que se le acercaban sentían el encanto de su palabra y respiraban el perfume de su alma generosa. Citaríamos numerosísi- mos ejemplos. Madama de Lezai-Marnesia, una mujer joven y encantadora que había visto perecer tan espan- tosamente a su marido en Estrasburgo, en su pena se había acogido a Madama de Krudner, y compartía cada noche el mismo cilicio, esperando por ella encontrar algu-