384 MADAMA DE KRUDNER
bendiciones eternas, y patria de la caballerosidad, cuyos sueños han encantado al universo, vuelve en ti, pues estás viva de inmortalidad! Tú no estás cautiva en los lazos de la muerte, como todo lo que no ha tenido más que el dominio del mal para reinar o para servir.”
Acabó enseñando la Cruz, dejada en estos lugares co- mo un altar magnífico que diría: “Aquí fué adorado Jesucristo por el héroe y el ejército querido de su cora- zón. Aquí los pueblos del Aquilón pidieron la felicidad de Francia”.
Estas páginas expresan claramente en qué sentido Madama de Krudner concebía y aconsejaba la santa alian- za; pero lo que era su sueño, lo que fué un momento el de Alejandro, se desconcertó pronto y se desvaneció en pre- sencia de los intereses cont'arios y de las ambiciones posi- tivas. La especie de triunto de Madama de Krudner en el campo de Vertus fué la cima luminosa de su influencia. Se asustaron seriamente, y trataron de alejarla del em- perador y hacer de manera que la viese menos. Cuando Alejandro abandonó Francia, Madama de Krudner de- clinó ante él, y la veneración piadosa que antes sintiera por ella, se torró en aversión y casi en persecución,
Los que creen seriamente en la intervención de la Providencia en las cosas de este mundo no deben juzgar con sonrisas la tentativa de Madama de Krudner. Es cierto que 1315 fué un momento decisivo, y a los espí- ritus religiosos debe parecer natural que produjese su testigo místico y su profeta. Madama de Krudner se equi- vocó menos sobre la importancia de los sucesos de 1815 que sobre las consecuencias que auguraba. En estos mo- mentos de sacudidas universales ocurre, me imagino yo, que el ideal que está detrás de este mundo terrestre se revela, aparece a los ojos de algunos y se cree que inter- vendrá. Mas la abertura se cierra en seguida y el ojo que le ha visto un instante, cegado por su luz, sigue cre- yendo en sus rayos misteriosos. La desgracia de ciertas