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RETRATOS DE MUJERES 383

habéis visto en estas llanuras, donde hace seiscientos años cien mil franceses, en presencia de un rey de Navarra, vieron el suplicio de ciento ochenta herejes a la luz in- cierta de las antorchas fúnebres, ciento cincuenta mil rusos pedir perdón a la religión del amor! ¡Ah! ¿Quién después de haber presenciado esta jornada del cielo, no comulga con nosotros en las mismas esperanzas? ¿Quién no ha pensado, viendo a Alejandro bajo esos grandes estandartes, en todas las victorias de la fe y en todas las lecciones de la caridad? ¿Quién se ha atrevido a dudar de que hay en esto altas inspiraciones, y quién no Ha dicho con el apóstol: “Las cosas viejas pasaron; he aquí que todas las cosas son nuevas”?

“¿Y quién no ha sentido la necesidad de algo nuevo en medio de tantas miradas? Los hombres colocados en lo más alto de la escala por las grandes luces han visto esta época a la claridad que proyectaba sobre ella la majestad de las Escrituras... La naturaleza lo ha confiado a sus observadores; las ciencias la adivinaban, la política, cubierta de vergitenza, la presentía en sus caídas...

“Sí, todos, ya sea gozando de este gran secreto todavía velado como Isis, ya sea temiendo que el velo de los tiempos no se rasgase, todos tienen la esperanza o el terror de esta época... Ñ

“¡Qué corazón, viendo todo esto, no ha latido por ti! ¡Oh, Francia, antes tan grande, y que saldrás n:ás grande todavía después de los desastres! ¡Francia, que has que- rido desterrar de tus consejos al Todopoderoso, y que has visto los brazos de carne, aunque apoyados en imperios, caer de espanto y ser impotentes!

“¡Decid a los pueblos asombrados que los franceses sufrieron el castigo para su gloria misma; decid a los hom- bres sin porvenir que el polvo que se levanta cae para ser devuelto a la tierra de los sepulcros!

“¡Y tú, Francia primera, antigua heredera de las Ga- lias, hija de San Luis y de tantos santos que le valieron