40 MADEMOISELLE DE LIRÓN
que placer; pero la familiaridad que había entre nosotros era tan deliciosa para el uno como para el otro. Tratado algunas veces como un hermano, o más bien como una hermana, este favor me era precioso,” Es, como se ve, sobre poco más o menos, la situación de la segunda noche de Ernesto y Mile. de Lirón; pero aquí no había habido la primera, y las mismas razones de paciencia no existían. El padre del mozo se opuso al matrimonio con Calixta; a esta oposición siguieron mil males, cuyo final fué la muerte de Calixta. No se puede leer este final sin sentirse los ojos anegados en lágrimas que ciegan, según una bella frase que he encontrado.
Las Cartas de Lausanne son uno de los libros queridos por las gentes de buen gusto y de sensibilidad, una de esas lecturas frescas y sanas en las que a través de pe- queñas negligencias, se encuer tran esos pensamientos que saltaron del corazón al papel. Así lo dice el historiador de Mademoiselle de Lirón.
En cuanto a Mlle, de Aissé, hay más y mejor. Son. ver- daderas cartas escritas a una amiga confidente, destinadas 2 morir poco después de nacer, y encontradas y publica- das por la nieta de la amiga. M. de Ferriol, embajador de Francia en Constantinopla, compró en 1698 a un vende- dor de esclavos, una preciosa niña que apenas tenía cuatro años. Era circasiana e hija de un príncipe, según le asegu- raron. La trajo a Francia y la hizo educar muy bien; abusó de ella, según parece, cuando la creyó en edad oportuna, y al morir, le dejó una renta de 4.000 libras. Mademoiselle Aissé vivía en casa de Madama de Ferriol, cuñada del embajador y hermana de Mádama de Tencin. D'Argental, que se carteaba con Voltaire y Pont-de-Veyle, era hifo de Madama de Ferriol y amigo de infancia de Mlle. Aissé. Aunque Madama de Ferriol, mujer exigente, seca y agria, no tuvo para con Mile. Aissé esos ciudados que inspira la bondad de alma, la joven griega, como la llamaban, era el ídolo de una amable sociedad que no era severa; Mile.
