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RETRATOS DE MUJERES 375

de duelo, y el anillo nupcial que nota en el dedo de Valeriana cuando le toma la mano, reaparecen bajo una nueva forma en cada escena conmovedora.

El retrato de Valeriana pasa sin cesar a través de to- das las situaciones, en todas posturas, sonriente, triste, in- quieta y como amorosamente retratado en mil fieles espejos.

El segundo volumen ofrece algunos defectos novelescos, y me parece ver ya la invención. El final, en efecto, de estas novelas íntimas no está nunca conforme con la realidad. Son verdaderos hasta la mitad o las dos terceras partes; pero luego se continúan con la imaginación, y es preciso un extremado cuidado para que parezcan naturales. Es necesario matar al héroe, aunque realmente esté con- valeciente en Baden o en Ginebra. En esta segunda parte hay un pasaje en el que Gustavo, cuando va a separarse de Valeriana, se hiere de repente al apoyar la cabeza en la ventana. Esta es una herida ilusoria y convencional, pues ningún amante por exaltado que sea no sabría herirse así. Pero después Gustavo, pasando durante la noche cer- ca del cuarto de Valeriana, castamente dormida, no puede resistir el deseo de mirarla una vez más, y entonces la oye murmurar en su sueño las palabras Gustavo y muerte, y eso es el sueño oficial de la novela, y el de una fábula sentimental que tiene todo el color de 1803. Afortunada- mente encontramos a Gustavo en seguida en una situa- ción real. Uno de los pasajes de la novela 11ejor hechos es aquel en que vemos a Valeriana en góndola, ligeramen-

Aux traces qu'elle avoit faites, Mes humbles lévres sujettes: Méme licu, méme baiser.

Mails quand J'y cherchois le báme (baume) Et le nectar de son áme;

Une larme J'y trouval.

Voilá donc ce que m'envole,

Ce que nous promet de jole,

Le meilleur jour achevé!