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374 MADAMA DE KRUDNER

asiste desde afuera a la maravillosa danza del chal de Valeriana y que al final embriagado y fuera de sí, ante Valeriana que se acerca a la ventana, pega sus labios al cristal en que toca por dentro el brazo de su amada, le parece respirar torrentes de fuego, pero ella no ha senti- do nada. ¡Qué símbolo más perfecto de sus destinos, y* cuántos destinos semejantes en el mundo! Un sencillo cristal entre ellos, y de un lado el fuego abrasador y de otro una afectuosa indiferencia. En el día del santo de Valeriana, el conde va a reunírsele, y Gustavo envía a un niño para felicitarlo y pedirle al conde que no la aflija en este día. Valeriana se siente conmovida, besa al niño y se lo envía de nuevo a Gustavo, quien le besa en la misma mejilla y encuentra una lágrima: “Sí, Valeriana —murmura—, tú no puedes enviarme, no puedes darme más que lágrimas*”. Este misma idea de separación y

1 Este niño, inocente mensajero de un beso y de una lágrima, recuerda una pocsía del minessinger alemán Hadloub, traducida por M. Marmier (Revue de Paris, 2 abril_ 1837), y este fragmento de André Chénier, sin duda de origen griego: Yo era tan niño como ella grande y bella, etc. Observemos los proyectos y los matices de la idea. En André Chénter, imitando algún epigrama, el solo sentimiento expresado es el de la so- berbia belleza y los rivales azorados. En Hadloub lo que resalta es el dolor del amante respetuoso y tímido cuyos labios buscan las huellas adoradas. El amor caballeresco que coronaría Petrarca rompe el capullo. Mas ni el uno ni el otro tienen la idea de la lágrima de Valeriana. He aquí la poesía de Hadloub traducida en verso en un estilo del siglo xv1, y se puede suponer que alguna Clotilde de Surville, vecina de Ronsard y de Baiff, o aun mejor, alguna María Estuardo, la rimó:

Vite me quittant pour Elle, Le jeune enfant qu'elle appelle Proche son sein se placa: Elle prit sa téte blonde,

Serra sa bouchette ronde,

O malheur! et l'embrassa,

£t lui, comme un ami tendre, L'enlacoit d'un air d'entendre Ce bonheur qu'on me défend. J'admirois avec envie

Et Jaurols donné ma vie Pour étre l'heureux enfant.

Puis, Elle aussitót sortie, Je pris l'enfant A partle, Et me mis A lui poser,