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362 UNA ALCOBA POÉTICA

volvemos aún para mirar un momento estas pequeñas glo- rias que van a desaparecer. La señorita de Meulan, que tenía algunas semejanzas espirituales y moralistas con Madama Des Houilliéres, ha hablado de ella más de una vez y bastante bien. Y puesto que estamos en lo que ya desapareció diremos que fué una mujer poeta más nom- brada que leída, que me parece perteneció desde ciertos puntos de vista a la escuela de que he hablado con la di- ferencia de la época, Madama Dufrenoy.

La diferencia existe primero en la distancia que separa el final del siglo xvi del xvi. Los contemporáneos de Madama Dufrenoy creyeron que era una ventaja para ella, y que sería clásica. M. Jay escribe en sus Observa- ciones sobre ella y su obra: “Superior en todos sentidos a Madama Des Houilliéres, pero no debiendo acaso su superioridad sino a la influzncia de los grandes espectácu- los de que fué testigo, y cuyas impresiones han conquis- tado la palma inmortal”... La originalidad poética de Madama Dufrenoy (si la tiene) no está en los versos consagrados a los acaecimientos públicos, sino en la sen- cilla represión de sus tiernos pensamientos. Beranger so- ñaba cuando decía:

Luce lámpara, luce, Leo tos versos de Dutrenoy.

Desde muy temprano, el maestro hábil que tuvo (co- mo Madama Des Houilliéres a Hesnault), que no era otro que Fontanes, la apartó de los poemas serios y le indicó el verdadero camino.

Amar, siempre amar, he ahi tu energía.

En sus elegías no hay ni corderos, ni pastora Climene. Había menos necesidad de disfraz en el amor después de Parny. Bouflers había cantado el corazón, y lo positivo aparecía en su desnudez. Observó en el estilo algo muy preciso, pero no tuvo más imaginación ni ingenio que