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356 UNA ALCOBA POÉTICA

Non, mais un esprit d'équité

A combattre ¡e faux incessamment m'attache,

Et fait qu'a tout hasard j'écris ce que m'arrache La force de la vérité.


Se complació en rimar, variándolas, algunas de las máximas de La Rochefoucauld cuyo espíritu se acordaba muy bien con el suyo, pues ella también había visto perecer su ideal en la Fronda.

A su entrada en Francia de los Países Bajos, frecuentó el hotel de Rambouillet en el que tuvo un primer puesto entre las preciosas. Somaise no ha dejado de registrarla en su Gran Diccionario bajo el nombre de Dioclée. Su tono y sus gustos se consolidaron entonces y diferente- mente de Madama de Sévigné y de Madama de La Fayette, no se modificó en avan:ar, siendo esto la causa de que sus poesías pareciesen viejas en los últimos años de aquel siglo. En pleno reinado de Luis XIV, en los años de Iphi- génie y de Phédre, creía en la decadencia; pero' pasemos sobre esto sin detenernos porque ahí está su crimen. Di- gamos solamente que fué fiel a los recuerdos y á las admiraciones de su juventud, a la antigua y galante corte, como ella la llamaba. Se remontaba así en ideas hasta los Bellegarde y Bassompierre. Todo lo que vino después, aun saliendo de Versalles, le parecía poco cortesano. Pero en sus versos de idilios o de canción no era tan exquisita como parece desprenderse de estas delicadezas. El hotel de Rambouillet no ha reducido todo a vapor. Sus Sylvan- dres son algunas veces ejecutivas y sus Iris saben enroje- cer hasta hacerse comprender. Si por casualidad las som- bras que renacen no sirven a ocultar las lágrimas, la pastora exclama:

¡Ay runca necesitaré sino a vos!

Hasta cerca de la fuente de Vaucluse, se imagina (¿quién lo creería?) ver a Laura enternecida y a Pe- trarca victorioso.