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354 UNA ALCOBA POÉTICA

cial, que siguió al principe de Condé en La Fronda y con los españoles. Pasó sus primeros años de matrimonio so- litaria y retirada en casa de sus padres. La filosofía de Descartes y de Gasendi se apoderó de ella En lugar de inflamarse como Madama de la Sabliére por Descartes se inclinó más hacia Gasendi, lo que en el fondo no era ocuparse menos

De cierta filosofía Sutil, seductora y atrevida.

Al ir a reunirse con su marido en los Países Bajos españoles, encontró al príncipe de Condé y a toda su corte en Bruselas. Su talento y su belleza hicieron conquistas. Allí brilló y aquel fué s1 más dichoso momento?*. El pronto regreso tuvo más amargura. Sus reclamaciones

1 Se dice que le gustó al príncipe de Condé, y parece en efecto que algo bucno hubo entre ellos. En el tomo VI de Mélanges publiés par la Société de Bibliophiles, se lee la carta siguiente de Madama Des Houillié- Tes al príncipe: 22 de diciembre de 1656. Mi enfermedad variolosa me Pa hecho aplazar mi viaje, pero, a pesar de mi mal y de las amenazas de los médicos, no dejaré de marcharme dentro de seis días. Me aseguran que habrá peligro para mi vida, pero ella me importa tan poco cuando se trata de vos, que me aventuraré con toda la alegría de que es capaz una persona que silente por vos una ternura infinita. Esta es una verdad de la que sé que dudájis, mas por muy difícil que sea persuadiros y me comprometo, por poco que agradezcáis mi amistad, sintáis la misma. Espero que el invierno que viene podré deciros esto más 3 mis anchas. Si queréis que esto ocurra es preciso guardar el secreto e impedir que M. M. (¿su marido?) sepa que os he hablado ni escrito a Charleville, pues si supiese algo, nos colocaría en mala inteligencia y haría cesar la que vos sabéis, Es preciso que evitéis otra cosa todavia, y sun esos cien cuentos que algunos malos bromistas de vuestra corte han inventado sobre mí. pues ellos harían el mismo efecto que lo anterior. Vos podéis arre- glarlo todo, y nuestros intereses están tan unidos que no me pueden hacer un asunto sin destruir el que os causa tanta impaciencia. Para el de París continuad conteniendo las cartas de Mons. He recibido algunas que me aseguran cosas tremendas, de las que no os diré nada hasta que tenga pruebas, pues no se debe decir nada a medias de personas tan importan- tes. Cuando tenga el espíritu más tranquilo os haré reproches por los consejos que disteis al mariscal La Ferté acerca de mí. El pobre hombre no ha encontrado lo que buscaba y me confesó todas vuestras confiden- cias. Me parece muy bien que seais malicioso, y si os regañase por ello lo haría con la mayor alegría del mundo. Esto no impide para que os ruegue para que tengáis un poco de amor para una persona de quien sois van amado. «uemaa mi carta, pues es muy importante para mI”. A pesar de las confusiones que querríamos aclarar, esta carta de una mujer de diez y nueve años no deja de ser significativa,