RETRATOS,DE MUJERES 337
tas; fueron como debian ser, y estaba tan sinceramente conmovida que no podía decirle nada malo. La gente me echó de allí. Pero, en fin, la amargura que me hiere el corazón cuando me pongo en su lugar, cuando estoy en el mío, alabo a Dios porque conserva a mi pobre Sévigné y a todos nuestros amigos”.
Pronto se descubrió que antes de partir a la guerra, M. de Longueville se había convertido secretamente, que ha- bía hecho una confesión general, que los señores de Port- Royal habían dirigido esto, que distribuía limosnas, y que no obstante las queridas y un hijo natural que tenía, era casi un santo. Esto fué una dulzura última a la que su inconsolable madre fué crédula,
Tan pronto como pasó esta ráfaga de pésames, Madama de Longueville se fue a Port-Royal-des-Champs, en donde su alojamiento estaba preparado, y allí redobló su soledad. Salía de cuando en cuando, y volvía a permanecer en las Carmelitas, desde donde vió sucesivamente pasar como una procesión de las grandezas del siglo a Madama de la Va- lliére que tomó el velo, y poco después llegar el corazón de Turenne; ese corazón ¡ay! que un día había turbado.
Sus austeridades junto con sus penas apresuraron su fin, Un cambio se operó en su enfermedad y cas. gozó de calma. Murió en las Carmelitas el 16 de abril de 1679 a la edad de cincuenta y nueve años y siete meses. Su cuerpo fué enterrado en este convento, sus entrañas en Saint- Jacques-du-Haut-Pas y su corazón fué a Port-Royal.
Un mes después de su muerte el arzobispo de París, Monsieur de Halay, fué en persona a esta abadía, para de- cirle a las religiosas, de orden del rey, que despidiesen a los pensionistas y postulantes, prohibiéndoles que admitieran de nuevo. Sólo esperaban la muerte de esta princesa para comenzar el bloqueo final en el que el célebre monasterio debía sucumbir,
La oración fúnebre de Madama de Longueville fué pro- nunciada, no por Bossuet, que lo siento, sino por el obispo