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RETRATOS DE MUJERES 323

gina y nunca la leeríamos bastante y yo invito a ello!. No le escribió de otra manera para esa oración fúnebre, cuya falta es una de mis penas.

A falta de esta grandiosa pintura la crónica de las Memorias está ahí para ayudarnos. Sirviéndome de la clave que nos da M. de La Rochefoucauld, he podido, en el retrato de este último, simplificar y decir que la con- ducta de Madama de Longueville fué otra, antes de la época de la prisión de los príncipes, y después de esta prisión. En los primeros tiempos, es decir, durante el sitio de París (1648), disgustada con el príncipe de Condé, no siguió más que los intereses y el sentimiento de M. de La Rochefoucauld. Los siguió aun después de la firma de la paz (abril 1649); postulaba para él patentes y privilegios. Cuando, después de la prisión de sus hermanos los prín- cipes (enero 1670) huyó con muchos peligros de Norman- dia a Holanda por mar?*, y llegó triunfante a Stenay, en donde trató con los españoles y turbó a Turenne.

A su vuelta a Francia, después de la salida de los prín- cipes, y en los preliminares de empuñar de nuevo las armas, parecía seguir aún los mismos impulsos, aunque con menos abandono. Sus consejos a M. el Príncipe en Saint-Maur, unas veces son en favor de la transacción porque M. de La Rochefoucauld lo desea y otras en favor de la guerra, porque la guerra la separa de su marido, “que nunca amó —dice Retz—, pero a quien comenzaba a temer”. Y añade: “Los talentos que aconsejab:n al Prín- cipe habrían embarazado al propio Sertorius 3”. ¡Triste y

1 Oración fúnebre de Ana de Gonzaga después de estas frases: “Para hundirla enteramente en el amor del marido...” Hasta esta otra: “Oh eterno Rey de los «siglos, he aquí lo que alucina a las almas que llaman grandes”.

  • Sus aventuras cerca de Dieppe fueron novelescas. Estuvo errabun-

«a muchos días a lo largo de las costas, Si hubiese podido hacer allí una vyandée, o como se decía entonces una Fronda, lo habría intentado pues tenía razón para ello. Por fin pudo embarcarse en un barco inglés bajo el nombre de un gentilhombre qué se había batido en duelo.

% Leinontey, en su libro sohre Madama de Longueville, dice que se Pueden definir los últimos años de la guerra civil en estos términos:

“Torneo de dos mujeres, Genoveva de Condé y Ana de Austria; la una por huir de su marido y la otra por acercarse a su cardenal”,