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RETRATOS DE MUJERES 319

de los que se le acercasen escapaba al deseo de serle grato, y su irresistible agrado se extendía hasta las mujeres!,

El duque de Longueville, aun siendo descendiente de Dunois, era poco caballeresco. Era: un gran señor magní- fico y pacífico, sin ingenio, tan hábil para las negociacio- nes como puede serlo un indeciso. Fué enviado para seguir las de Munster. Madama de Longueville no se le unió sino al cabo de dos años (1646), y cuando ya el principe de Marsillac había hecho en ella la impresión que él a su vez había recibido.

La sociedad diplomática y los honores de que fué obje- to, la hicieron perezosa y pensativa. Sentía lo que un día dijo bostezando de La Pucelle de Chapelain, que intenta- ba hacerla admirar: “Sí, es muy bello, pero es muy abu- rrido”. “¿No valdría más, Madama, le escribía en este tiempo el cuidadoso M. de Grasse, que volviéseis al pala- cio de Longueville, donde sois aún más plenipotenciaria que un Munster? Todos os desean este invierno. Monse- ñor, vuestro hermano, ha vuelto cargado de palmas; volved vos, pues, cubiera con los mirtos de la paz, pues me parece que no es bastante para vos las ramas de olivo”. Reapa- reció en París en mayo de 1647, Este año de ausencia la había avalorado y la vuelta era el colmo del éxito. Todos los deseos la buscaban. Su salón, dicen, fué el teatro de bellos «discursos, del famoso duelo de los dos sonetos, y también de preludios más graves. Para hablar en el len- guaje de M. Godeau, los mirtos comenzaban a adornar las espadas.

Su hermano el victorioso, hasta entonces tan unido a sus sentimientos, poco a poco se separa, y ella se encole- riza, Su otro hermano, el príncipe de Conti, se apega cada

1 Después de estos testimonios de una persona verídica como Madama de Motteville y de un conocedor desinteresado en esto, como Retz, no he querido pedir a esa mala lengua y a ese loco de Brienne algunos detalles menos encantadores acerca de esa belleza, detalles sospechosos que de otra parte no se referirían sino a la época declinante. Lo clerto es que ra «de Longueville, no teniendo atractivos completos, supo tener toda

racla,