314 MADAMA DE LONGUEVILLE
inmortal, y que, a pesar de los velos tan espesos, viene a sonreírnos desde el fondo tan austero. De él la sacamos para presentarla aquí.
La señorita Ana-Genoveva de Borbón, hija de una ma- dre muy bella *, y cuya belleza tan deseada por Enrique IV pudo ser la causa de muchas guerras, apareció muy joven en la Corte, y añadió al esplendor de Madama la Princesa, aún muy hermosa, “los primeros encantos de ese angelical rostro que tan brillantemente ha lucido, y cuyo primer destello fué seguido de innumerables acaecimien- tos saludables” ?,
Sus más tiernos pensamientos se inspiraron en la de- voción, y durante el final de su vida se ocupó en realizar los sueños místicos de su infancia. Acompañaba frecuen- temente a Madama la Princesa a las Carmelitas del Fau- bourg Saint-Jacques. Pasaba muchas horas absorta en el círculo ideal de su imaginación azul, que fueron realizadas cuando el torbellino se hubo disipado. Tenía trece años (1632) cuando su tío Montmorency fué inmolado en Tou- louse a las venganzas y a la política del Cardenal. Su joven sobrina, tocada en su orgullo y en su ternura de golpe tan sensible, hubiese imitado de buen grado a la augusta viuda, y elevado su duelo a la perpetuidad domés- tica. Sin embargo, su madre comenzaba a temer dema- siada inclinación en ella hacia las Carmelitas, y encontraba que aquel rubio y angelical rostro no sonreía al mundo espléndido en el que iba a dar los primeros pasos. A lo que la señorita de Borbón contestaba con una adulación instin- tiva que desmentía ya los temores: “Vos, Señora, tenéis gracias tan encantadoras que cuando voy con vos, y esto es siempre, me parece que no me ven”*3, El ingenio de Madama de Longueville se le descubre en esta frase.
Cuentan, que cuando se trató del primer baile al que
1 Carlota de Montmoreney, princesa de Condé,
2 Frase de Madama de Motteville.
1 Para este principio tengo muy en cuenta la Verdadera vida de la duquesa de Longueville, por Villefore, 1739.