308 M. DE La ROCHEFOUCAULD
XXX
El recuerdo es como una planta que es preciso plantar- la muy temprano, sin lo cual no echa raíces.
XXXI
En el mismo amor, si alguna vanidad extraña no inter- viene, se es mucho más sensible a lo que se aparta que a lo que encuentra. De ahí, que en el instante en que senti- mos que aportamos menos experimentemos cansancio y que no resistamos fácilmente al que hubimos inspirado.
XXXIl
Hay bastante variedad en las cosas para que cada ta- lento justo, en su día y según su estado, puede tomar su parte, parecer contradecirse y tener razón.
XXXIII
Al leer a La Rochefoucauld no se debe olvidar esto:
Todos los que han usado mal de su juventud tienen interés en demostrar que son mentira todos los grandes pensamientos de la juventud. Es cierto, que los que han usado bien. es decir, sobriamente, tienen interés en no perder el fruto de su economía.
XXXIV
Si nos preguntásemos en qué preciso momento comen- zamos a leer en uno o en otro corazón, veríamos que casi siempre fué en ocasión en que nuestro amor propio estaba alerta. Pero no importa con qué barrena hayamos hecho el agujero, con tal de que se vea el interior.
XXXV
Montesquieu ha dicho de las Máximas de La Roche- foucauld: “Son proverbios de gente de talento”. Y Vol-