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302 M, DE La ROCHEFOUCAULD

aquí dispuesto... Créeme hija mía, no inútilmente refle- xionó toda su vida y tanto se ha acercado a estos últimos momentos, que ahora nada hay de extraño para él”. No es permitido suponer después de estas palabras, añade M. Vinet, que murió como han dicho más tarde, con facilidad”.

Hemos reunido en las páginas siguientes cierto núme- ro de pensamientos que nos parecieron más o menos aná- logos, por la forma y por el espíritu, a las Máximas. Si el primer soplo de viento, el deseo de escribir pensamientos sorprendía como un constipado en 1665, nada hay de ex- traordinario que nos hayamos contagiado con la lectura de ese libro. Sin embargo, con esto queremos rendir al autor un último homenaje, tanto más grande cuanto menos éxito obtengamos.

1

En la juventud los pensamientos se me ocurrían en forma de sonetos y ahora en forma de máximas , Ñ

g

Cuando se entra en un baile de máscaras, todo parece nuevo; pero luego se puede decir a todos: ¡Bella máscara, te conozco!

mn

La vanidad en el hombre es como el mercurio. Los unos le tienen en masa y los otros en glóbulos. Algunos se jactan de destruirlo. Cuando ven el más pequeño gló- bulo, con el dedo lo reducen a parcelas; pero siempre persisten el mismo peso y la misma cantidad.

Iv

Los ingenios y las costumbres son diversos, pero todos entran en una cierta cantidad de formas que se reprodu- cen invariablemente.