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RETRATOS DE MUJERES 301

, En sus cuidados y en sus consejos a los encantadores ardores de la princesa de Cleves y de M. de Nemours, Monsieur de La Rochefoucauld pensaba en esa flor de la juventud, y encontraba a su vez, a través de sus lágrimas, algo del retrato no imaginario. Y casi sin esto, la frente del moralista envejecido, inclinada sobre estos seres novelescos tan encantadores, puede conmovernos más que sorpren- dernos. Cuando en el fondo el talento tiene rectitud y el corazón es bueno, después de muchos esfuerzos se retro- cede a la sencillez; después de apartarse un poco de la moral se regresa al virginal amor, aunque sólo sea para contemplarle.

Sí, sed más firme Que esos vulgares humanos.

Y a Madama de Sévigné es a quien tenemos que pedirle el relato de su última enfermedad y de sus supremos ins- tantes, sus dolores, la aflicción de todos, su constancia. Miró fijamente a la muerte!. Murió el 17 de marzo de 1680, antes de cumplir los sesenta y siete años. Bossuet le asistió en sus últimos momentos y, naturalmente, le sirvió para hacer inducciones religiosas. M. Vinet parece menos convencido: “podemos interpretar a nuestro gusto —dice— estos párrafos de Madama de Sévigné testigo de sus últimos momentos: “Temo mucho que esta vez per- damos a M. de La Rochefoucauld. Su fiebre ha continuado y ha recibido a Nuestro Señor. Pero su estado de espíritu es digno de admiración. La conciencia está preparada, helo

1 En la oda que le dedica Madama Des 'Houilliéres, hablándole de la muerte en términos viriles, le dice: Quien al final de la vida Muy grandes terrores siente, Cual bueno que nada teme Sométase resignado A inevitables destinos. Y con paso acompasado Pase el límite fatal Que no se vuelve a pasar.