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288 M. DE La ROCHEFOUCAULD

hunde en su butaca para no salir más de ella. Amigos devotos le rodean, y Madama de Sablé le presta los más tiernos cuidados. El hombre honrado debuta y el moralista se presenta.

Monsieur de La Rochefoucauld se nos aparece circuns- pecto cuando está totalmente desinteresado. Así son los hombres; circunspección a un lado y la acción al otro. El buen sentido llega a su colmo cuando no se ocupa más que en juzgar a los que no le tienen.

El no sé qué cuya explicación buscaba Retz, se re- duce a esto que yo me atrevo a precisar: Su verdadera vocación era ser observador y escritor, Con sus diversas cualidades de guerrero, de político, de cortesano, ensaya- das, en ninguna fué completo y había en él algo esencial que se extraviaba y que descentraba el equilibrio. Sin que él mismo lo notase, tenía pensamientos ocultos en todo lo que emprendía, y este pensamiento oculto era el de reflexionar cuando hubiese transcurrido cierto tiempo. Todas sus aventuras debían terminar para él no con cau- ciones, como en la Fronda, pero sí con máximas, con una burla encubierta y grave. Lo que parecía un despojo re- cogido por la experiencia después del naufragio, era el verdadero centro de su vida al fin encontrado?,

Una ligera señal muy singular me parece indicar más aún en M, de La Rochefoucauld esta vocación expresa de su naturaleza. Para un hombre de tanto mundo, tenía (nos lo dice Retz) cierto aspecto avergonzado y tímido en la vida civil. Huet, en sus Memorias, nos lo muestra realmente embarazado en público, y si hubiese tenido ne-

1 En plena Fronda se le escapó una frase con frecuencia citada que revelaba en él al futuro autor de las Máximas. Durante las conferencias de Burdeos, en octubre de 1650, encontrándose un día con M. de Bouillón el moralista futuro. Y, sin embargo, como hace observar M. Bazin, aún se echó a reír diclendo: “¿Quién habría podido creer hace ocho días que estaríamos hoy en la misma carroza?” Todo ocurre en Francia — replicó el moralista futuro, Y, sin embargo, como hace observar M. Bazin, aun estaba lejos de ver todo lo que debía ocurrir. Un moralista de la escuela de M. de La Rochefoucauld ha dicho: “No hay más que vivir para ver todo lo contrario de todo”.