Página:Sainte-Beuve retratos de mujeres.djvu/280

Esta página no ha sido corregida

286 M. DE LA ROCHEFOUCAULD

salir de ello y sus pensamientos no estaban allí*, Ahora, sabiendo cuán... era Madama de Longueville, podemos pensar en lo que llegó a ser desde que este no sé qué de M. de La Rochefoucauld fué su estrella, y alrededor de esta estrella, como otras tantas lunas sus propios ca- prichos.

Sería demasiado emprender el seguir estos caprichos, y respecto de M. de La Rochefoucauld el acompañarle sería con frecuencia muy penoso y muy humillante? para los que le admiran. En él vale más el resultado que su carrera. Baste indicar que durante la primera Fronda y el sitio de Paris (1649), su ascendiente sobre Madama de Longueville fué completc. Cuando después de la pri- sión de los principes ella huyó a Normandía y desde allí por mar a Holanda, y luego a Stenay, se olvidó un poco de él*. A su vuelta a Francia todavía fué dirigida por los consejos de M. de La Rochefoucauld, que ya los daba mejores a medida que se tornaba desinteresado. Por fin se le escapa totalmente en 1652 y presta oídos al amable duque de Nemours.

Le gustaba a Madama de Longueville, M. de Nemours, sobre todo porque le sacrificaba a Madama de Chatillón.

“Cuesta mucho trabajo, cuando ya no se ama, el rom- per.” Esta dificultad la salvó M. de Nemours y M. de La Rochefoucauld aprovechó la ocasión regocijado, haciéndo- se el ofendido. “Cuando estamos cansados de amar, nos agrada que nos sea infiel para desembarazarnos de nues- tra fidelidad”.

El se mostraba satisfecho, pero no sin que en alguna ocasión sintiese amargura: “Los celos —ha dicho—, nacen con el amor, pero no siempre mueren con él”. El castigo

1 vatha decía de M. de La Rochefoucauld, “que todas las mañanas hacía un borrador y que todas las noches trabajaba para deshacerlo”.

  • Esta palabra humillante no parccerá demasiado fuerte a los que

han leído las memorias de la duquesa de Nemours y la triste escena del Parlamento con Retz. ¡Cuántos desgarrones en el noble y galante jubón!

2 “La ausencia disminuye las pasiones pequeñas y aumenta las grandes, como el viento apaga una vela y reaviva el fuego”. (Máximas).