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RETRATOS DE MUJERES 285

davía de la facilidad con que se la gobernaba, y de la que él hizo tan gran uso sin llegar a ser el dueño: “... Sus bellas cualidades eran menos brillantes a causa de un defecto que no se ha visto nunca en princesa de tanto mérito —dice—, y este defecto consistía en que, bien lejos de poner leyes a los que la adoraban, se identificaba tanto con los pensamientos de ellos, que llegaba a olvidar los suyos propios”. En todo tiempo, bien que fuese M. de La Rochetoucauld, M. de Nemours, Port-KRoyal o M. Sin- glin quienes la gobernasen, Madama de Longueville se sirve menos de su cerebro que del de los demás. Monsieur de La Rochefoulcauld, para guiarla en la polí- tica no era bastante fuerte, pues como dice Retz, “hubo siempre un no sé qué en todo M. de La Rochefoucauld”. Y en una página maravillosa, en la que se estuma el anti- guo enemigo y no aparece sino el amigo malicioso *, des- arrolla este no sé qué definiéndolo por algo de irre- soluto, de insuficiente, de incompleto en la acción, en me- dio de tan grandes cualidades: “Nunca fué guerrero aun- que fué muy soldado. No ha sido nunca buen cortesano, aunque siempre tuvo intención de serlo, Nunca fué hombre de partido a pesar de que toda su vida fué política”. Y lo deja en él más hombre en la vida privada. En un solo punto me atrevería a contradecir a Retz; nieg+ la imagi- nación a La Rochefoucauld que a mí me parece la tuvo muy grande?. Una vez más practica la novela en el tiem- po de Madama de Chevreuse, y bajo la Fronda, intenta la historia y la política, y fracasa. La venganza y el des- pecho le impulsaban más que la ambición. Bellos restos de la novela se interponían, y la vida privada y la dulce pereza por donde había de acabar comenzaban a llamarle. Apenas había emprendido algo, estaba impaciente por

1 La Rochefoucauld ha dejado un retrato de sí mismo. Los defectos los pinta como dignos de alabanza, y Retz, en el suyo, los elogios que hace son maliciosos e intencionados,

2 Y hasta como escritor cuando dice: “No se pueden mirar fijamente ni el sol ni la muerte”,