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276 MADAMA DE LAFAYETTE

tar ignorarla os ignoráis a vos misma, Ya es tiempo de poner cada cosa en su lugar, y de colocaros vos en el vues- tro. La Verdad os juzgará, y vos no estáis en el mundo para juzgarla, sino para seguirla. En vano disimulamos; el veio se rasga a medida que la vida y sus concupiscen- cias se desvanecen, y no nos convencemos de que es pre- ciso seguir otra conducta, sino cuando no debemos vivir más, Es preciso, pues, comenzar por el deseo sincero de querer conocerse a sí misma como nos conoce el Juez. Esta vida es insoportable aun para las personas menos partidarias del disfraz. Ella nos arrebata todas nuestras virtudes y todas nuestras buenas cualidades, y la estima que ellas nos conquistaron. Sentimos que hemos vivido hasta aquí en la ilusion y en la mentira; que nos hemos alimentado con falsos panoramas; que no aprendimos qe la virtud sino a aparentaria, y que hemos descuidado el londo porque ese tondo es relacionario todo con lios y la salvacion, despreciándose a sí mismo en todo sentido, no por una vaniaad mas circunspecta y por un orgulo mas bruiante y de mejor gusto, sino por la sensacion de la injusticia y de la miseria.”

El resto de la carta es igualmente admirable y en este tono apropiado y solemne. ¡Así que vosotros, los que so- náis, dejad de soñar! Los que os estimábais por amantes de la verdad y que la gente os adula por ello, no lo erais mas que a medias, y vuestra discusion sin Dios era puro buen gusto. Leo mas lejos una frase sobre esos años de los que nos arrepentimos sinceramente, porque somos lo bastante injustos para excusar sus debilidades y para amar lo que fué su causa.

Un año antes de morir Madama de La Fayette escribía a Madama de Sévigné una carta que expresa su enferme- dad sin reposo ni de día ni de noche, su resignación en Dios, y que acaba «con estas frases: “Creedme, querida mía, vos sois la persona que he amado más en el mundo”.