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274 MADAMA DE LAFAYETTE

Francia que tenía más talento y que escribió mejor, com- paraba a un traductor tonto con un lacayo a quien su ama enviase a hacer cumplidos. Lo que la señora le dijera en tono cortés él lo repetiría groseramente y estropeado, y cuanta más delicadeza hubiese en el cumplido, menos sabría el lacayo explicarse. He aquí, en una palabra, la verdadera representación de un mal traductor”. El mismo Boileau, pues, parece ratificar esa semejanza de ella a él, que nosotros indicamos. M. Roederer tiene mil veces ra- zón cuando habla de las relaciones de Moliere con la so- ciedad de Madama de Sévigné y Madama de La Fayette, y cuando dice que la comedia Las Mujeres Sabias no se refería a ellas. Respecto a La Fontaine, está demostrado que en una época tuvo gran familiaridad con Madama de La Fayette. Se conocen versos muy afectuosos que escribió para enviarle una diminuta mesa de billar. Esto debió ocurrir por el tiempo en que dedicó una fábula al autor de las Máximas y otra a Madama de Sévigné!.

Después de la muerte de M. de La Rochefoucauld, Ma- dama de La Fayette volvió la vista hacia la religión, y de esto tenemos un precioso testimonio en una hermosa y extensa carta a Du Guet. Le había escogido como di- rector. Sin estar unida directamente con Port Royal, se inclinaba de su lado empujada más bien por la hipocresía de la corte. Su madre, como hemos visto, le había dado

1 Madama de La Fayette era del mismo grupo, y casi del mismo Parnaso que La Fontaine, Racine y Despreaux, y el pequeño relato no es más que la imagen un poco borrosa de la realidad. “En 1675, dice Ménage, regaló el día de Año Nuevo al duque de Maine una habitación toda dorada del tamaño de una mesa. Encima de la puerta, con letras muy grandes, se leía Cámara sublime. Dentro había un lecho y una bu- taca en la que estaba sentado el duque, hecho de cera y con gran parecido, Cerca de él M. de La Rochefoucauld, a quien daba unos versos para que los examinase, Alrededor M. de Marsillac y Bossuet, entonces obispo de Condom. En el otro lado de la alcobá, Madama de Thianges y Madama de La Fayette leían versos juntas. Despreaux con una horca de campe- sino impedía que entrasen siete u ocho malos poetas, Racine estaba cerca de Despreaux, y un poco más lejos La Fontaine, a quien hacía señas de que entrase. Todas estas figuras eran de cera en pequeño, y cada uno de los representados había dado la suya”. Ménage no nos dice si él figuraba entre los cinco o seis malos poetas echados por Despreaux.