RETRATOS DE MUJERES 263
En algunos momentos se la veía emocionada por la músi- ca. Cuando Madama de Sévigné se iba a los Rochers o a la Provenza, era necesario que no le dijese adiós y que su visita no pareciese ser la última, pues Madama de La Fayette se emocionaba enormemente por la marcha de su amiga. Un día hablaban delante de ella, estando M. le Duc presente, de la campaña que iba a emprenderse, y la idea de los peligros que arriesgaría M. le Duc la hizo llorar. Estas emociones tenían un encanto mayor y más valor, en una persona de talento tan sensato y tan reposado.
A pesar de su languidez no atendía menos a algunos puntos esenciales, y sin moverse lo vigilaba todo. Si re- formó el corazón de M. de La Rochefoucauld, también re- paró sus asuntos. Se concibe así que escribiese pocas car- tas y solamente las necesarias. Su única corresponsal constante fué Madama de Sévigné. El pequeño número de cartas de Madama de La Fayette dice que no dirá más que dos palabras, pues diría más si no se lo impidiese el dolor de cabeza. Un día reaparece M. de La Fayette en persona, que viene no sé de dónde; basta leer la preciosa carta en que dice: “Y bien, hermosa mía ¿por qué gritdis como un águila? etc.” Para conocer el género de vida de Madama de La Fayette y notar la diferencia que existe entre ella y Madama de Sévigné, se leen estas palabras ci- tadas con frecuencia: “Estáis en la Provenza hermosa mía, tenéis horas libres y la cabeza más libre aún; el placer de escribir a todo el mundo existe para vos, en tanto que yo he perdido el de escribir a todo el mundo, y si yo tuviese un amante que quisiese una carta mía todas las mañanas, rompería con él”.
Madama de La Fayette era muy franca y nada menti- rosa, y era preciso creerla bajo su "palabra !. “No habría otorgado el menor título a no importa quién, si no estaba persuadida de que lo merecía, lo que acaso haya hecho decir a alguien que era un poco ruda ?”. Madama de Main-
1 Madama de Sévigné. 2 Segraisiana,
