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ternura y razón”. Y luego añadía que era patriarca y que sentía casi como ella la ternura maternal. He aquí a M. de La Rochefoucauld tal como Madama de La Fayette lo reformó.
De 1666 a 1670, la salud de Madama de La Fayette, que aún no se había desgastado, y el favor con que la distinguía Madama, le daban ocasión de ir con más frecuencia a la corte, y no fué sino después de la muerte de Madama, y en la época de disminución de la salud de Madama de La Fayette, cuando la unión se consolidó, según nos dice Madama de Sévigné. Las cartas de la incomparable amiga, que se suceden de una manera ininterrumpida a partir de esta época, permiten seguir la más pequeña cireunstan- cia y hasta la dichosa mono*onía de esta tierna costumbre. La mala salud de ambos —escribía— los hacía necesarios el uno al otro, y les proporcionaba un placer de saborear sus buenas cualidades que no se encuentra en las otras uniones... En la corte no se tiene la ocasión de amarse; este torbellino, que es tan violento para todos, era apacible para ellos, y daba ocasión al placer de este cambio tan delicioso de afectos. Yo creo que ninguna otra pasión ha sobrepasado la fuerza de esta unión...” No citaré todo lo que puede extraerse de estas cartas de Madama de Sé- vigné, pues pocas hay en las que Madama de La Fayette no sea nombrada y varias de ellas han sido escritas o cerradas en casa de ésta con cumplidos muy vehementes de M. de La Rochefoucauld. En los buenos días, en los días de salud mediana y de comidas con charlas, tenían lugar las maliciosas alegrías sobre la alocada Madama de Marans y sobre los manejos de Madama de Brissac y de Monsieur le Duc. Había otros días más serios y no menos deliciosos, en Saint-Maur, en la casa que M. le Brince había prestado a Gouville, cuando se leía entre sociedad esco- gida la Poética de Despreaux que reputaban una obra maestra, Otras veces a despecho de Despreaux y de su Poética, iban a Lulli, y en ciertos pasajes de la ópera
