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RETRATOS DE MUJERES 253

los Valois, en los reinados de Carlos IX o de Enrique Il, que ella idealizaba un poco, y los embellecía como los lindos relatos de la reina Margarita nos lo hacen entrever. La Princesa de Montpensier, La Princesa de Cleves y La Con- desa de Tende, no salen de estos reinados, cuyos vicios y crímenes han eclipsado en demasía su espiritual cultura. La corte de Madama, por sus intrigas y sus vicios también, no carecía de semejanza con la de los Valois, y la historia que intentó Madama de La Fayette se parece en más de una ocasión a las Memorias de esa reina tan amada en su tiempo; y en quien es preciso no creer siempre, El pérfido Vardes y el orgulloso M. de Guiche son figuras que no desentonarían en la corte de Enrique Il, y a esta corte de Madama no le faltaba ni siquiera el caballero de Lo- rraine, Madama de La Fayette representaba en esta socie- dad el papel de la autoridad, y ejercía el oficio de crítico circunspecto. Dos meses antes de la muerte desgraciada de Madama, Madama de Montmorency escribía a M. de Bussy en forma de burla (1* de mayo, 1670): “Madama de La Fayette, favorita de Madama, se ha roto la cabeza con- tra la cornisa de una chimenea que no ha respetado a una cabeza tan ilustre y tan gloriosa, merecedora de los fa- vores de tan alta princesa. Antes de esta desgracia, se ha hecho pública una carta suya en la que se burla de lo que llaman palabras en moda y cuyo empleo es inútil; os la envío”. Sigue esta carta que está toda ella escrita en esa jerga ininteligible de la que Madama de La Fayette querría corregir a sus contemporáneos. Es un amante ce- loso que escribe a su querida. Boileau no lo habria hecho mejor. Madama de La Fayette en un grado más fuerte era un poco el Despreaux de la educación de la corte. Al final de este mismo año de 1670, apareció Zaida, la primera ver- dadera obra de Madama de La Fayette, pues La Princesa de Montpensier no era realmente una novela, y apenas fijaron la atención en ella en aquel tiempo unas cuantas personas. Zaida llevaba el nombre de Segrais y el público