252 MADAMA DE LAFAYETTE
Cuando el rey salió de la cámara, yo me quedé al lado de su lecho y me dijo: Madama de La Fayette, tengo ganas de llorar... Yo no le contesté sino con lágrimas... Con- tinuaba apagándose...” El 30 de junio de 1673 escribía Madama de La Fayette a Madama de Sévigné. “Hoy hace tres años que vi morir a Madama; he leído varias cartas suyas y me he saturado de su espíritu”.
En medio de esta sociedad de galantería y brillante, durante diez años, Madama de La Fayette joven todavía, con nobleza y agrado en el rostro, si no bella, ¿no era más que una observadora perspicaz, sin otro interés en el co- razón que su apego a Madama, y sin otra selección secre- ta? Hacia el año 1665, como yo conjeturo y explicaré des- pués, había escogido en estz torbellino y como amigo del alma, a M. de la Rochefoucauld, que ya frisaba con los cin- cuenta años?
Comenzó a escribir muy pronto por gusto, pero con so- briedad siempre. Era aquel el tiempo de los retratos. Ma- dama de La Fayette en 1659 hizo uno de Madama de Sévigné que reputan escrito por un desconocido: “Vale más que yo —decía al encontrarla entre los viejos papeles de Madama de La Tremouille, en 1675— pero quienes me hubiesen amado hace diez y seis años, me habrían en- contrado cierta semejanza con ella”. Bajo estos trazos imperecederos de su amiga Madama de Sévigné se nos aparece inmortal. Cuando Madama, animando a Mada- ma de La Fayette a poner manos a la obra le decía: Vos escribís bien, había leído sin duda La Princesa de Mont- pensier, primera novelita de esta escritora impresa en 1600 ó 1602. Como elegancia y vivacidad se destacaba de las novelas e historietas de aquel tiempo, y denunciaba un talento equilibrado y apto para la reforma. La imagina- ción de Madama de La Fayette al componer encontraba mayor acomodo en la época brillante y de cortesanía de
1 Petitot, en su Colección de Memorias relativas a la Historia de Francia, hace comenzar esta estrecha unión diez años antes.
