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RETRATOS DE MUJERES 245

de la novela, en lo que se mostró pura adepta al siglo de Luis XVL

La unión tan larga y tan inviolable que mantuvo Ma- dama de La Fayette con La Rochefoucauld parece reunir su vida en una novela discreta pero novela al fin, más fuera de la regla que la vida de Madama de Sévigné, que ama más que a su hija, y menos calculada y concen- trada que la de Madama de Maintenón, que no aspira sino al Sacramento con el rey. Es hermoso el espectáculo que ofrece un corazón tierno y delicado uniéndose a una razón triste y desengañada, para proporcionarle calma; una pasión tardía, pero fiel, entre dos almas maduras, en la que la más sensible corrige la misantropía de la otra, en la que la llama tiene más de delicadeza, de sentimiento y de consuelo recíproco, que de ilusión. En una palabra: la vida de Madama de La Fayette es la de Madama de Cleves enferma y entristecida al lado de M. de Nemours, viejo y autor de Máximas. Esa poca ilusión que observa- mos en ella, esa melancolía que existe en el fondo de su vida, existen un poco en lo ideal de su novela, y creo que también en todas las otras novelas que en cierto modo emanaron de ella y con su posteridad, como Eugenio de Rothelin, La señorita de Clermont y Eduardo. Por mucha que sea la ternura en estas afortunadas crea.iones, la experiencia humana alienta y entibia la pasión. Al lado del alma enamorada que se abandona, hay algo que ad- vierte y que pone freno: M. de la Rochefoucauld está presente.

Si Madama de La Fayette reformó la novela en Fran- cia, la novela caballeresca y sentimental, si le imprimió ese carácter particular que concilia el ideal con la obser- vación, se puede decir también que fué la primera en dar un ilustre ejemplo de esas emociones duraderas, honestas, legítimas, y consagradas por la constancia! en todo mo-

1 Exemplum cana simus utergue coma, había dicho el antiguo ele- íaco.