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242 MADAMA GUIZOT

hubo terminado pasó a un sermón de Bossuet sobre la inmortalidad del alma. Mientras que M. Guizot leía, ella expiró. Se la enterró según su deseo y según el rito de la iglesia reformada a que pertenecía su marido, cuyas ce- remonias fúnebres no contrariían en nada estas sencillas creencias que ella tenía. Amante de la verdad hasta el fin, no quiso mezclar ni aun a los actos que siguen a la muerte nada ficticio ni convencional,

Encontraba gran placer en la conversación y no para brillar en ella, sino como ejercicio intelectual. Al princi- pio podía parecer un poco brusca su razón inquisitiva, como ella le llama, buscaba la base de todas las cosas; pero casi sin darse cuenta ejercía gran influencia en: su de- rredor, ¿Qué más decir cuando no se ha tenido el honor de conocerla personalmente, de esta mujer inteligente, de sagacidad, de gran mérito y virtud y que entre las mujeres de su tiempo no fué superior a ella más que Ma- dama de Staél, superior, no por el pensamiento, sino por algunos dones? Lo que nos inspira sólo en términos de estimación y de respeto puede encontrar expresión, y es casi agraviar a ella casi siempre tan preocupada por ser y tan poco por aparecer el pronunciar sobre su memoria palabras de porvenir y de gloria.

15 DE MAYO DE 1836.