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una parte esencial de sus ideas absolutas y del conoci- miento precoz que tenía del mundo y del manejo de la sociedad y de los hombres.
El matrimonio no tuvo lugar hasta abril de 1812. A partir de esta fecha comienza la época en que es más co- nocida Madama Guizot. El calor de los afectos fortifica el ardor de las convicciones, y este doble fuego menos brillante, pero más confortable, subsiste durante los años de su verdadera felicidad. Ya no será más un moralista del siglo xvi, será un escritor de la moderna era labo- riosa, una madre cuidadosa y educadora que conociendo las pruebas prepara a los hombres a ellas; un filósofo lleno de virtudes que se esfuerza en acordar el derecho y el deber, la fe y el exanien, el orden y la libertad. Su forma será menos inquieta que antes, menos incisiva y menos despreocupada y con una suave ironía. El cons- tante y. perfecto sentido de la verdad dominará y dirigirá su talento. Debutó en este camino, después de su matri- monio, con artículos, cuentos y diálogos, que fueron inser- tos en los Anales de la educación, revista fundada por Monsieur Guizot y que los hechos de 1814 interrumpieron. Hacia la misma fecha publicó Los niños, un libro de cuentos que fué el primer volumen que firmó con su nombre, como guiada por un sentimiento de responsabilidad moral. En 1821 continuó estos trabajos suspendidos durante el pe- ríodo de actividad política de su marido, y escribió suce- sivamente Raúl y Víctor o el Colegial (1821), Nuevos cuentos (1823), Cartas de familia sobre la educación, y su mejor obra, Una familia, no apareció hasta 1828, después de su muerte. La que había debutado como persona de cierta edad, a medida que envejecía entre esa pequeña sociedad de diez a catorce años, sembraba una moral santa, la moral evangélica, eterna. “Su idea favorita, su idea más cara, está en el prefacio de Una familia, cuando dice que la misma educación moral debe aplicarse en todas las clases sociales, que bajo el imperio de las más diversas
