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RETRATOS DE MUJERES 233

la desigualdad de las edades y la diferencia de opiniones pudieran haberla hecho. M. Guizot llegaba al mundo con convicciones filosóficas y religiosas muy acentuadas y que casi eran de rigor absoluto en la juventud. Hostil al siglo XVIII y a su escepticismo más que a la Revolución, cuyos resultados aceptaba con ciertas interpretaciones y modifi- caciones, encontró a la señorita Meulan en disposición muy antagónica. Esta como hemos visto estaba un poco convencida de que “sólo el tiempo guiaba a los hombres a la verdad y a la razón, pero que la verdad y la razón, por desgracia, no estaban hechas más que para las gentes 'azonables”. El mozuelo, que salía de Nimes y de Ginebra, había conservado del calvinismo una creencia en el cris- tianismo unitario y una especie de entusiasmo racionalista y se creía en el deber y en la precisión de ir hasta el fin y de alentar a los demás a la misma convicción. En una palabra, al encontrarse la señorita de Meulan y él, llegaban cada cual de orígenes intelectuales distintos y casi contrarios. Bien es verdad que durante estos años de largo y serio estudio, la señorita de Meulan había apren- dido a amar la verdad, a creerla útil, a defenderla, a apasionarse al menos indirectamente por ella buscando querella a todo error, y también a regular cada acto de su vida entera al imperio, ya casi religioso, de la verdad y de la razón. Sin embargo no fué pequeño el talento de Guizot al conquistar, inflamar por grados en sus con- vicciones, renovar asociándosele, este otro talento ya he- cho, al que el escenario de M. Suard le bastaba, y que parecía haber llegado a su madurez natural en su singu- laridad sorprendente.

De todas maneras, se puede supóner lo que él dió por lo que consiguió. No se conquista, no se ocupa íntimamente un cerebro de la fuerza del de la señorita de Meulan, sino modificando el propio y amoldándolo en muchas cosas. En ciertas acciones recíprocas cada cual se cree el triunfador. En este caso el talento victorioso tuvo que abdicar de