RETRATOS DE MUJERES 223
nar caracteres que no eran sencillas copias. Nada le gus- taba tanto comp el don creador en su maravillosa plenitud: Moliere, Shakespeare y Walter Scott eran sus tres gran- des admiraciones literarias y las solas que le conquistaron su afecto.
Monsieur Suard había fundado El Publicista hacia 1801. Lo que M. Guizot ha dicho tan bien acerca de los salones y de la sociedad de tan distinguido académico, se puede aplicar a la hoja de papel que era el eco de las opiniones de la gente que frecuentaba sus salones con moderación, urbanidad y en un tono honrado y libre. La filosofía del siglo xvi impulsada o intimidada por la Revolución, ha dicho M. de Rémusat, formaba el espíritu de aquella hoja. La Deuda, que luego había de desaparecer, representaba esta filosofía en lo que quedaba de ardor y de proselitis- mo en su conjunto sistemático y en sus doctrinas genera- les, y abrazaba a la vez la política, la religión, la ideología y la literatura. Le Journal des Débats alzaba la bandera opuesta en todos sentidos. M. Suard, el abate Morellet y sus amigos que eran partidarios del siglo xvIII y no de la Revolucion, que se detenían en d'Alambert sin pasar a Condorcet, que permanecieron fieles a sus costumbres y a los delicados gustos de otros tiempos, no eran realmente representados por La Década, y todas las moñanas se indignaban tanto con él, como con las diatribas y las pali- nodias del Journal des Débats o El Mercurio. La señorita de Meulan, que ingresó en El Publicista desde su fundación por su amistad con M. Suard, encontró allí ideas confor- mes con las suyas, y un campo propicio a toda clase de ensayos. Durante cerca de diez años que escribió en esta hoja sobre moral, sociedad, espectáculos, literatura, los romanos, etc., etc., no podríamos formarnos una idea, a menos que leamos sus artículos, del talento complejo, de la fecundidad y de la justeza original que desplegó. Unas veces anónimamente, otras con la inicial P., otras con la inicial R., otras conversando con un personaje figurado, y
