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220 MADAMA GUIZOT

cuarenta y cinco años retirado del mundo? Lo que se llama ensueño y melancolía no lo encontramos en ningún párrafo, pero hay un conmovedor capítulo, el del Escudo de seis francos, que recuerda un capítulo a lo Sterne es- crito por la señorita de Lespinasse. Enriqueta, que reem- plazó a Carlota en el corazón del héroe, es una personita de veinticuatro años, bastante gorda y muy fresca, que tiene encanto. La mudable Carlota es ridícula y no tie- ne agrado. Este héroe tan poco apasionado, algo extraño como un original de La Bruyére, y que sueña una noche alegremente que se va a casar con cuatro, se vuelve sen- timental al fin y cae de rodillas llorando a los pies de Enriqueta *, El estilo es bueno, claro y conciso, sin malas locuciones. Sin embargo, una vez cuenta que conoció a una persona sous un rapport semblable, manera de decir que no toleraban ni Voltaire ni Couvier. M. Suard no debió dejar que esto pasase y habría cortado de raíz el defecto más tarde reprochable en este estilo tan sencillo, tan real y tan fiel al pensamiento.

No hay en las Contradicciones ningún trozo de senti- mentalismo religioso ni de cualquiera otra disposición so- ñadora ni apasionada. El personaje Pedro, que se somete en todo a la Providencia, tiene algo de broma suave y fina que podría chocar a alguien, pero nunca exaltarnos. El buen Pedro, ya lo hemos dicho, es una especie de Pan- gloss honrado, un Jacobo el fatalista que podemos aceptar. Al pronunciar estos nombres, siempre un poco sospechosos y malsonantes, quiero aprovechar la ocasión para afirmar que uno de los rasgos característicos de la señorita de Meulan en sus comienzos y en sus folletines de El Publi- cista, era el de no tener ninguna falsa gazmoñería ni nin- gin ceño ficticio. e cerebro prudente, esta conciencia NN , . Ñ ERE NANA

2 Madama Guizot contaba que siendo muchacha comenzó esta novela y que estudió ciertos personajes de aquel tiempo, describiéndolos tal como los veía y sin escrúpulos pues se decía: “¡Esto es para mamá!” Sl hubiese visto o sospechado algo más lo hubiese escrito, pues confiaba en que sólo era para mi madre,