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218 MADAMA GUIZOT

idea de que podría servirse de este talento un día para atender a sagrados apuros, hizo que las lágrimas saltasen a sus ojos. Desde entonces leyó más, leía lentamente, y desde las primeras páginas de un libro reflexionaba en sus propias ideas sugeridas por las del autor. Conocía el inglés y se perfeccionó más aún, hasta que este idioma neto, sensato y enérgico, le fué tan familiar como su pro- pia lengua. Antiguos amigos de su familia, Suard y De Vaines, la animaron a hacer sus primeros ensayos. Un interesante trozo escrito en 1807, Los amigos en la des- gracia, me parece contener algunas alusiones a la situa- ción de años precedentes. Todos los amigos de la señorita Meulan no fueron sin duda tan esenciales como De Vaines y Suard, y las mismas personas que más tarde se lamen- taban de que se hubiese hecho periodista, pudieron hacerla alguna vez reír con sus vanos consejos. “Muchos amigos —dice—, pero pocos con quienes contar; mucho dinero ma- nejado sin poder guardar ninguno; muchas deudas y nin- gún crédito; muchos asuntos que no nos producen nada”. Probablemente pensaba en sus propios apuros domésti- cos, en esa fortuna de varios millones completamente ago- tada sin que ella pudiese salvar más que la satisfacción de nó deber nada. En este cuidado desplegó durante mu- chos años unas facultades activas y de conocimiento de los negocios que luego le fueron muy útiles. El primer intento literario de la señorita de Meulan, titulado Las Contradicciones o lo que puede ocurrir, se publicó el año 7, cuando tenía veintiséis próximamente. Este ensayo me parece muy característico de un autor muy joven y mu- jer. El héroe, en el primer capítulo, se levanta muy feliz una mañana en que debe casarse con la adorada Carlota. Su criado Pedro, especie de Jacobo el fatalista, honrado y decente, le viste diciendo según su costumbre: “Y bien, ¿no se lo había yo dicho siempre al señor?” Va a casa de la novia que ya está dispuesta, y luego a la alcaldía, pero el empleadó municipal no llega; su mujer está de