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RETRATOS DE MUJERES 205

, comparándolos con ciertas páginas de las Memorias son s una lección eficaz sobre las falsas perspectivas del cora- zón. La última escena, sobre todo, en la que La Blancherie le pareció tan diferente de lo que fué antes, aunque siempre profesándole estima; esta escena, de entrevista, un poco misteriosa, que duró cuatro horas, está contada en sus Memorias con una fidelidad relativa y con cierta crueldad. Según estas páginas de las Memorias, echó a la calle a La Blancherie casi con ademanes de reina, y según la carta a Sofía del 21 de diciembre de 1776, parece que al oír una visita le hizo seña de salir por una puerta en tanto que ella iba a recibir al visitante por otra, adop- tando un aire coqueto para disimular su estratagema. ¿Se encuentran estas variaciones inevitablemente aun en nues- tros relatos más sinceros?

Puede ser, pues en materia tan delicada es preciso tenerlo todo en cuenta; puede ser que la carta a Sofía no sea fiel y acaso fuese más dura y desdeñosa para con La Blancherie que lo que cuenta a su amiga confidente, por su amor propio, por sí misma y por el pasado. Sin embar- go, temo que sus Memorias, reuniendo en una sola escena los juicios posteriores, hayan alterado un recuerdo mucho tiempo despreciado.

Pero, ¿cuál es el autor de Memorias que resist'ría una total confrontación de éstas con sus cartas y con los rela- tos de sus impresiones?

Ese sentimiento, tal como existió un instante, la muerte de su madre, sus variadas lecturas, todo contribuyó, junto con sus amistades con hombres distinguidos, a que a los veintidós años, su alma enérgica tuviese una impulsión y se revelase aun en aquel círculo estrecho. En vano repite, con una sinceridad perfecta: “Deseo sombra, la claridad media me basta para una dicha, y, como dice Montaigne, no se está bien sino en la trastienda”; su naturaleza po- tente, sus facultades superiores, se encuentran con tre- cuencia muy entumecidas en el entresuelo en que la suerte