RETRATOS DE MUJERES 201
país de Vaud; una Clara de Orbe que bromea con inocen- cia. En las cartas las chanzas no son tan frecuentes como en las Memorias, y como los pretendientes se presentan uno a uno, y como sus pretensiones pueden ser convenien- tes se muestra muchas veces preocupada. Se enfada y se irrita a veces contra ellos, tanto como más tarde ríe. “Mis sentimientos me parecen extraños; no encuentro nada más extraño que odiar a una persona por el solo hecho de que me ama, y esto desde que quise amarle. Y, realmente es cierto; te escribo sinceramente lo que pasa en mi alma”. Las cartas a Sofía son en este momento de una delicada confidencia y luego se vuelven más vehementes y exci- tadas. La amistad no es sino la ocasión, el pretexto, el velo tembloroso y agitado; yo no sé qué idea confusa y púdica está en juego en lontananza. “Sin embargo, no siempre me siento capaz de aplicación. Esto me ocurrió últimamente. Cogí la pluma, y para divertirme hice tu retrato, que guardo cuidadosamente con esta inscripción: Retrato de Sofía. Emborrono papel escribiendo todo lo que se me ocurre y esto me sirve para limpiar mi cere- bro... Adiós, espero a una prima que debe llevarnos a paseo; mi imaginación galopa, mi pluma trota, mis sen- tidos están agitados, mis pies arden. Mi corazón es todo para ti”.
Por tranquila y sana que sea en el fondo por natura- leza una muchacha, parece difícil que en esta carrera alo- cada y joven de emociones y de pensamientos, permanezca fría, siendo tan solicitada. Así, la señorita Phlipon tuvo, en cierto momento su llama. ¿Cuál fué entre todos el preferido? ¿El primer mortal que la encontró, no dejó intacto el ideal de tan noble corazón?
Entre estos pretendientes, los había de todas clases y profesiones, desde el comerciante de diamantes hasta el médico y el académico; desde el tendero hasta el ta- bernero; y la burlona muchacha decía que, si presentase un cuadro de esta corte más o menos amorosa, cada cual
